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El nuevo Bonapartismo presidencial y la desubicación de los halcones

El gobierno Vizcarra surge como un bonapartismo temporal, que se coloca por encima de los actores políticos luego de 18 meses de conflagración. No hubo grandes vencedores ni vencidos, es más, todos quedaron debilitados. Esto ha desubicado a los halcones, que siempre razonan bajo el principio de que si eres amigo de mi enemigo, eres mi enemigo.

Juan Arroyo, 9 Abril 2018

Publicado: 2018-04-23

Ha habido un cambio en la naturaleza del periodo que se ha abierto, del cual no todos los actores han acusado recibo, siguiéndose de largo. El congresista Sheput quiso por eso darle el tono confrontacional al periodo, exigiéndole al nuevo gabinete restablezca la polarización Ejecutivo-Congreso, acusándolo de aliarse con el fujimorismo. Aldo Mariátegui acusó al gobierno de haberle entregado a la izquierda el gabinete, por la presencia de izquierdistas en él, mientras la izquierda creía ahora sí se había cerrado el pacto con el fujimorismo. Cuando conspicuos fujimoristas, como Miki Torres o Becerril, anunciaron que darían el voto de confianza al gabinete, sin siquiera haber escuchado las propuestas de Villanueva, los acostumbrados a extremar las cosas quemaron neuronas. No podía ser. Si eres amigo de mi enemigo, eres mi enemigo, razonan siempre los halcones. 

Lo que no entienden los radicales es que estamos ante una etapa de estabilización relativa y moderación de la conflictividad política, porque el país lo reclama. El gobierno Vizcarra surge como un bonapartismo temporal, que se coloca por encima de los actores políticos luego de 18 meses de conflagración. No hubo grandes vencedores ni vencidos, es más, todos quedaron debilitados. Fuerza Popular perdió la superbancada que tenía, Keiko quedó algo despintada, Kenyi está a punto de salir del congreso y se descartó como opción fujimorista, salió del gobierno no sólo el Presidente y su entorno sino que debió venir del exilio en Canadá el antes derrotado dentro del pepekausismo.

En realidad hacia diciembre los generales estaban exhaustos luego de una etapa de intensa polarización política sin polarización social, en que todos intentaron definir el empate que surgió de las elecciones del 2016. Lo intentaron con malas artes. No bajaron a bases para hacerse más fuertes o gobernaron mejor, más bien apelaron a lo que saben hacer, filtrar denuncias, mover a fiscales y jueces. Al final todos se desenmascararon mutuamente. Si alguien quiere seguir polarizando en base a acusaciones de corrupción, todos corren el peligro de juntarse en Piedras Gordas. Esto quiere decir que el elenco completo tiene interés en cerrar la crisis de diciembre, volviendo al modus operandi estructural de la corrupción. Lavajato es la variable sin pleno control.

Pero ha habido también un cambio de las estrategias de los actores. Keiko ya no quiere derribar al gobierno sino preparar a Fuerza Popular para el 2021. Las elecciones del 2018 son la parada intermedia que todos requieren. Por eso ahora todos quieren acumular fuerzas, no definir la gran confrontación fujimorismo/antifujimorismo. La estrategia del gobierno inicial de PPK era otra: hacerse mayoría en el congreso por la vía de la división de Fuerza Popular. La estrategia era "divide y reinarás". La estrategia de Vizcarra restablece el diálogo con FP y ya no con Kenyi, bajo el lema de "concertar para sobrevivir". El tiempo juega a su favor si los actores desplazan su interés a las elecciones regionales y municipales, y luego a las nacionales. Su problema es si puede concertar primero con las fuerzas más cercanas antes de ir a concertar con el otro grande, porque de repente concertar de frente con FP le hace perder a los cercanos. Esta es la queja de su bancada. Son previsibles por tanto sobresaltos periódicos por aliados díscolos.

Esto explica el perfil del gabinete escogido. Es un elenco de ministros técnicos, más que políticos; en su mayoría de origen provinciano; con manejo de la administración pública (que no es lo mismo que manejo de la gestión pública); menos conocidos públicamente que los de gabinetes de personalidades a los que hemos estado acostumbrados. Cuando vengan momentos de confrontación, que siempre son inevitables, se extrañarán a los ministros políticos. Pero mientras tanto, y no sabemos por cuanto tiempo, el viejo elenco ha encontrado un espacio de tregua. Decía Proudhon que la tregua no era más que la paz obtenida en la punta de la espada. Es cierto, pero un poco más adelante.


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